lunes, 7 de julio de 2008

Los Trece Mitos de la Ingeniería Genética

Nota: El siguiente artículo ha sido elaborado en Enero de 2000 por un grupo de científicos reunidos en ACRES, USA. Las multinacionales de los transgénicos han creado mitos biotecnológicos que vienen siendo coreados por altos poderes políticos. En la lista de aliados de las multinacionales aparecen notables figuras como Norman Bourlaug, filósofo de la Revolución verde, premio Nobel en 1972; como Jimy Carter, 39º. Presidente de USA, tenido como campeón de los derechos humanos; y en lo doméstico como el expresidente Alfonso López Michelsen, quien publicó artículos en El Tiempo (Marzo 12, Abril 2 y 16 de 2000).

MITO N° 1. La ingeniería genética no es nueva: es solo la aceleración de la reproducción selectiva.
Hecho: La ingeniería genética y la reproducción selectiva son mundos antagónicos. La reproducción selectiva se basa en métodos naturales: cruza padres selectivos de la misma especie o de especies cercanas muy relacionadas. En contraste, la ingeniería genética extrae genes seleccionados de un organismo o los copia sintetizadamente para insertarlos artificialmente dentro de otro organismo totalmente lejano en la evolución natural. La ingeniería genética emplea genes de virus y de bacterias para usarlos como marcadores del proceso.
MITO N° 2. La ingeniería genética es exacta, es precisa, está plenamente controlada.
Hecho: La ciencia conoce solo pequeñas partes del DNA de un organismo superior (DNA: espiral, compuesto por cuatro aminoácidos, donde se localizan los genes). Esta demostrado que los genes no operan aisladamente: por el contrario, funcionan complejamente y son influenciados por la acción de otros genes. Si bien un gene puede ser separado exactamente del DNA de una célula, su inserción al DNA de otra es enteramente fortuito. Esta inserción rompe el orden de los genes en el DNA y puede dar lugar a cambios inesperados. Richard Lewotin, profesor de genética de la Universidad de Harvard, ha dicho de la ingeniería genética: "tenemos un conocimiento tan miserablemente pobre de cómo el DNA de un organismo evoluciona, que me sorprendería que no tuviéramos un rudo golpe uno detrás de otro.".

MITO N° 3. Los alimentos transgénicos varían de los naturales solo en la característica que fue modificada.
Hecho: La inserción al azar de genes extraños puede causar cambios inesperados en el funcionamiento de otros genes. Las moléculas de los genes podrían ser manufacturadas en cantidades incorrectas, en tiempos equivocados, o pueden producirse moléculas nuevas. Los alimentos transgénicos podrían, por lo tanto, contener toxinas inesperadas o moléculas alergénicas que podrían afectar nuestra salud o la de nuestra descendencia. Es el caso del triptofano que mató en USA 27 personas y afectó la salud de otros 1.500 en 1998.

MITO N° 4. Los alimentos transgénicos han sido manipulados cuidadosamente y son perfectamente seguros.
Hecho: Hay serias dudas sobre la adecuada prueba y sobre la validez de las conclusiones. Se necesitan pruebas a largo plazo antes de asegurar que un transgénico es confiable. Otro asunto que tiene que ver con nuestra salud es la posible aceleración del desarrollo de resistencia a los antibióticos, debido al abuso de genes resistentes en la producción de alimentos transgénicos.

MITO N° 5. Los alimentos transgénicos son de calidad superior.
Hecho: Hasta la fecha no se ha demostrado que los alimentos transgénicos sean mejores que los naturales. La mayoría de las cosechas transgénicas han sido diseñadas para resistir herbicidas específicos (es el caso del glifosato) o para producir sus propios insecticidas (es el caso del gene tóxico a perforadores del Bacillus thuringiensis) o para prolongar su vida comercial (es el caso del fracasado tomate Flavor Savr, diseñado para larga duración).

MITO N° 6. Uno siempre puede abstenerse de comer transgéncos.
Hecho: En este momento muchísimos alimentos contienen ingredientes transgénicos no etiquetados, particularmente productos que contengan harina y aceite de soya, lecitina, aceite de canola y productos de maíz. Precisamente uno de los aspectos más debatidos y uno de los mayores logros en el Protocolo de Bioseguridad fue el etiquetado de productos transgénicos.

MITO N° 7. Los agricultores se beneficiarán de las cosechas transgénicas.
Hecho: Las semillas transgénicas son más caras. Los granjeros de USA y del Reino Unido han informado que los rendimientos generalmente no son mejores. Los productos naturales reciben premios de los consumidores de países desarrollados, los cuales se niegan a consumir trangénicos. Las oportunidades de mercadear transgénicos están disminuyendo. Las compañías de seguros en USA y el Reino Unido son renuentes ante los transgénicos, debido a sus potenciales peligrosos. Los granjeros que cosechan transgénicos deben firmar contratos onerosos con las compañías proveedores de semillas, que les prohiben guardar semillas para futuras siembras. Este derecho ha sido tradicional desde hace miles de años para los agricultores.

MITO N° 8. Las cosechas transgénicas reducen el uso de herbicidas y de insecticidas.
Hecho: Las semillas resistentes a herbicidas provocan un mayor uso de éstos. Un industrial reclamó ante la Autoridad Alimentaria de Australia y Nueva Zelandia que las trazas de glifosato habían aumentado doscientas veces en alimentos vendidos en Nueva Zelandia. El uso de pesticidas realmente no ha disminuido en áreas donde se han sembrado transgénicos en USA.

MITO N° 9. No hay evidencia de que los transgénicos amenacen el ambiente.
Hecho: Los insectos, aves y el viento llevan polen transgénico a campos vecinos y aun más lejos. Un estudio de la Universidad de Cornell, 1999, denunció que larvas de mariposas Monarca habían muerto por ingestión de polen de maíz transgénico Bt (es decir, que incorpora la toxina del Bacillus thuringiensis). El Scotish Crop Research Institute denunció en 1998 que pájaros que comieron áfidos de cultivos de papas transgénicas sufrieron problemas reproductivos. La habilidad para cruzarse con ancestros silvestres se multiplicó por veinte en mostaza transgénica, según estudios de la Universidad de Chicago, 1999.

MITO N° 10. Las cosechas transgénicas son la solución al hambre mundial.
Hecho: El hambre de los pobres del mundo es un fenómeno de injusticia social y por lo tanto su solución es política: el alimento como derecho humano. Los países desarrollados son excedentarios en alimentos. La gente pobre tiene capacidad limitada para comprar cualquier tipo de alimento. No hay evidencia de que las cosechas transgénicas sean per se más baratas.

MITO N° 11. Se debe creer en los científicos cuando recomiendan los transgénicos.
Hecho: El dinero para los científicos proviene de las multinacionales y de los gobiernos. Todo científico crítico arriesga su carrera. El Dr. Arpad Puztai del Scotland's Rowelt Research Intitute fue inmediatamente despedido cuando reveló que ratas alimentadas con papas transgénicas manifestaron debilitamiento del sistema defensivo, disminución de cerebro y anormalidades en el hígado, timo, bazo e intestinos. Puztai demostró que los organismos genéticamente modificados no son substancialmente idénticos a sus progenitores, destruyendo así el principal argumento comercial de las multinacionales.

MITO N° 12. No se puede detener el progreso.
Hecho: El progreso indica cambio para mejorar. Los cambios para empeorar significan regresión. No podemos confiar en una tecnología que está demostrando efectos nocivos, que en general es dudosa y que tal vez no puede dar marcha atrás.

MITO N° 13. No hay que dar tanta importancia a los organismos modificados por ingeniería genética.
Hecho: Muchos científicos no lo piensan así. Por ejemplo el Dr. Joseph Rothlat, científico británico que ganó el Nobel en 1995, dice: "mi preocupación es que otros avances científicos que puedan resultar en formas de destrucción masiva (es el caso de los genes esterilizantes TRAITOR y TERMINATOR) pueden estar mucho más rápidamente disponibles que los misiles nucleares. La ingeniería genética es una posible área, y es espantoso el crecimiento con que se está llevando a cabo (para ejemplo la propuesta de guerra bacteriológica a cultivos narcóticos, donde la oferta del Fusarium oxisporum es apenas uno de los episodios de una larga cadena, que ya ha implicado la liberación de insectos - plagas y la aplicación de agrotóxicos).

Fuente: UVA (unión vegetariana argentina)

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